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Sigmund Singul


Sigmund Singul, antes conocido como Alejandro Martínez Singul, nació en Las Palmas de Gran Canaria en el seno de una familia de clase media acomodada. De padre liberal y madre libertina, consiguió abrirse paso con una más que respetada neutralidad emocional. Estudió periodismo en la ULPGC y se especializó en prensa deportiva. Becado por el prestigioso periódico Canarias 7, inició su prometedora carrera como analista deportivo.

Fue en 1997 cuándo por un trastorno bipolar de origen genético, se vio obligado a abandonar su afamada actividad profesional. Su familia, que para ese entonces había acumulado una pequeña fortuna exportando plátanos y hortalizas varias, consiguió internarlo en una institución de salud mental en el Tíbet. A pesar de la oposición de su madre, de quién había heredado su impronta psiquiátrica y a pesar de sus habilidades escapistas, no pudo evitar ser desterrado por confortar una potencial quiebra de la imagen familiar.

Pasó desde 1998 a 2003 saboreando los intrincados subterfugios de la vida tibetana, del budismo más ortodoxo y de las teorías meditativas modernas. Consiguió así desarrollar una corriente terapéutica de control emocional basada en la meditación. Desechó el budismo como principio curativo puesto que por bueno que sea cualquier dogma, este genera un desequilibro psicológico importante y en un bipolar se profundiza terriblemente.

Tras ser dado de alta, por consentimiento familiar y con la promesa de no desplazarse ¡jamás! a la Isla de Gran Canaria, el hasta entonces Alejandro Martínez Singul se instaló en Barcelona. Fue allí donde en Febrero de 2004, Alejandro Martínez Singul se cambió el nombre por el de Sigmund Singul, como crítica silenciosa a un padre que solo le aportó un nombre común y un apellido vulgar. Fundó entonces una institución con ánimo de lucro en la que se establecía la meditación como única terapia válida contra afecciones psiquiátricas. No tuvo éxito. Un inesperado brote psicótico en 2006, le obligó a darle una buena patada a su consabido tino. Fue tildado de fanático budista y acusado de liderar hasta la extenuación a una secta formada por trastornados de familias burguesas catalanas. Varias denuncias pusieron fin a su periplo como precursor de un neo-totalitarismo budista suicida.

En la cárcel, volvió a percibir la religión como un gran mal, sobre todo si tenía en cuenta que su principal virtud era la bipolaridad. Reinició allí un proceso de meditación y buenas intenciones que le condujeron a celebrar en 2009 su completa reinserción. Actualmente trabaja en una empresa del sector mercantil como oficinista. Lleva una vida mediocre y atormentada; pero estable. No obstante, en la medida que su perturbación y su psicólogo le permiten, deleita a aquellos que estén dispuestos a recibir una mediocre, estable y atormentada crítica de cine, literatura, música y otras artes menores.